Oscar

Hoy le toca al metrónomo oficial de la banda Óscar Chuecos Hurtado
Fue uno de esos miles de chavales que aporreaban garrafas y botes de detergente vacíos con un par de palos, tras ver en la tele a los baterías tocar, cuando aún se veían músicos en la tele.
Se ha pasado toda su vida golpeando cosas y buscando ritmos. Es especialmente dado a chasquear la lengua constantemente. imitando o inventando algún groove.
Le gusta el cine. Mucho. Como para obsesionarse. Es preocupante a veces, de hecho. Tiene especial querencia a recordar bandas sonoras y escenas sueltas; no puede parar de hacerlo, de hecho.
Su primer contacto con el rock fue con una vieja cinta de Creedence, el grupo favorito de su padre, aunque en su casa no eran mucho de escuchar música. Es el miembro más joven y menos metalero de la banda. Le gusta todo tipo de música, con una vergonzosa tendencia al pop más sencillo y tonto. Las canciones se le pegan como lapas, y éso es lo que más le atrae: las canciones. Puede tener referencias desde Metallica hasta Dua Lipa, sin filtro y sin reparos. Lo único verdaderamente sagrado e intocable es Bruce Springsteen.
Escribe casi todas las letras del grupo. Le encantan los juegos de palabras, evocar imágenes, partir de lugares comunes y retorcerlos para darles otro carácter. Es incapaz de hacer estribillos cortos, pero a cambio se esfuerza en encontrar la palabra adecuada, la frase que lo resume todo, la rima extraña pero precisa.
La batería es, sobre todo, base. Darle al resto una casa, un lugar al que agarrarse, y si además es bonita, mejor, pero que sirva. Con Miguel hay una conexión implícita para que sea así: la sección rítmica tiene que caminar.
Las canciones cuentan historias, y las historias van de un lado a otro, tienen recorrido, caminan, corren y respiran. Quiere que todos los engranajes que la forman (letra, ritmo, melodía, sonoridad…) trabajen juntos para llevarla a su destino. Se le pone cara de tonto cuando ocurre, y le gusta que ocurra porque es trabajo de todo 422.
Es un nervio y no puede parar nunca. Odia estar quieto, pero tiene la paciencia de un viejo profesor. Come demasiado y no bebe alcohol. Lleva la corbata morada en homenaje a las mujeres del mundo, a las que tantas veces se silencia y arrincona.
Finge no ponerse nervioso en los directos para ayudar a su familia musical a disfrutar del momento; hay pocas cosas en el mundo que le emocionen y gusten tanto como dar los cuatro primeros golpes al charles encima de un escenario. Lo único que odia es la maldad, el egoísmo y el café frío. Fotos Fernando Descarrega